Doctora en Ciencias Naturales, Docente Investigadora de CITNOVA (UNSAdA – UNNOBA – CONICET).
«Hace varios años ya, sabemos que los países que más invierten en ciencia y tecnología son los más desarrollados. Y al contrario de lo que podríamos pensar a priori, la inversión en ciencia es el huevo y el desarrollo y la mejora en la calidad de vida de sus habitantes la gallina.
Según el último informe de la UNESCO indica que Estados Unidos, Japón y Alemania invierten alrededor del 3% de su PBI en ciencia, mientras que los países latinoamericanos invertimos entre el 0.14 y el 0.52% de nuestro PBI en ciencia, a excepción de Brasil con un 1.17%.
Hace unos años en Argentina profundizamos un proceso de desarrollo de la ciencia y la tecnología, que incluyó desde la creación de centros de investigación, el incremento en la incorporación de científicos, la mejora en equipamiento, hasta un plan de federalización que nos permitió pensar en hacer ciencia en cada rincón del país.
La ciencia y la educación caminaron de la mano la mayor parte de su recorrido histórico y por ello, con la creación de la UNNOBA, en nuestra región también se desarrollaron, centros de investigación que articulan la universidad con el CONICET y con actores productivos estratégicos. Centros que trabajan para desarrollar mejoras en al área de la salud, el agro, la alimentación, la industria, ejecutando proyectos que van desde la ciencia básica hasta la más aplicada.
Hacer ciencia desde cada rincón del país es pensar soluciones presentes a conflictos actuales y desarrollar herramientas que puedan ser fundamentales para conflictos futuros que hoy ni siquiera imaginamos. La pandemia es un ejemplo inagotable de como las capacidades científicas de nuestro país nos permitieron establecer rápidamente una estrategia para el diagnóstico de la enfermedad; el punto de partida para saber dónde estábamos parados.
Lamentablemente la actualidad de nuestro país nos aleja cotidianamente del crecimiento del sistema científico. Con un presupuesto destinado a la Ciencia y Tecnología equivalente al del 2023, con una reducción inflacionaria del 24% y una ejecución parcial, la situación se ha tornado muy difícil. Con grupos de investigación que se formaron en los últimos diez o quince años y que están en un momento importante de su crecimiento, estas políticas ponen en riesgo mucho de lo conseguido y dejan pocas perspectivas a futuro.
Cuando pensamos en grupo de científicos trabajando en una temática, hablamos de años de estudio, de consolidación, de compra y puesta en marcha de equipamiento que se esfuman cuando los insumos se agotan o las personas son removidas de sus puestos o simplemente tienen que buscar otro trabajo para vivir.
Si hacer ciencia nos acerca a resolver los problemas de nuestra región con estrategias propias, el recorte en los recursos destinados a la ciencia y la tecnología nos conduce a la dependencia económica de la tecnología que producen otros países y a una menor soberanía.
La resiliencia del sistema científico argentino está documentada en nuestro pasado. La fuerza para seguir el camino de crecimiento que creemos correcto es parte de nuestra cultura y nuestra identidad. Pero ¿desde qué óptica pensamos que invertir menos en ciencia y tecnología nos va a llevar a ser un país mejor? Al momento, no encontramos evidencia semejante en ningún país en el mundo. Sin embargo, en búsqueda de mejores perspectivas, seguimos trabajando».