El escándalo por los fallos del árbitro Jorge Baliño en el partido que Barracas Central le ganó a Patronato, y que desató una furibunda reacción en jugadores y cuerpo técnico del equipo entrerriano, pone sobre el tapete el problema que se genera cuando los árbitros no mantienen sus decisiones y aceptan las indicaciones del VAR.
La herramienta no piensa: el problema es qué piensan quienes la manejan
El escándalo por los fallos del árbitro Jorge Baliño en el partido que Barracas Central le ganó el martes por 2-1 a Patronato, y que desató una furibunda reacción en jugadores y cuerpo técnico del equipo entrerriano, pone sobre el tapete el problema que se genera cuando los árbitros no mantienen sus decisiones -como se anunció que iba a ser- y aceptan las indicaciones del VAR, que terminan siendo imposiciones.
Así, una herramienta tecnológica formidable no cumple en el fútbol la eficiente función que la asistencia por video tiene en otros deportes, como el tenis, el rugby y el hockey, por lo que habrá que apuntar entonces a quienes manejan esa tecnología, y -en especial- a quienes toman las decisiones en la cancha, que no pueden ser otros que los árbitros, según lo dispuso el propio VAR, que siempre se mostró como lo sugiere su nombre: videoasistente del réferi.
A tres metros y de frente a la jugada que minutos después el VAR indicaría como penal a favor de Barracas, Baliño (según se ve en las imágenes repetidas por la TV hasta el cansancio) hizo señas de que la había visto y que no había sido falta contra Brian Calderara, jugador de Barracas. La jugada siguió y terminó con un verdadero golazo de Raúl Lozano, que ponía a Patronato 2-1 arriba a 6 minutos de los 90.
Sin embargo, el VAR llamó a Baliño y éste cambió su decisión, de modo que lo que había visto ya no era lo que sus ojos le habían indicado, sino que ahora era lo que le mostraba la fría pantalla de esa especie de confesionario abierto, ubicado al costado del campo de juego cual tótem de la modernidad. ¿Será el nuevo altar de los condicionamientos?
La desobediencia le puede costar a quienes la cometan algn tipo de olvido o ninguneo a la hora de elegirlos para partidos importantes Foto Archivo
La «desobediencia» le puede costar a quienes la cometan algún tipo de olvido o ninguneo a la hora de elegirlos para partidos importantes / Foto: Archivo.
Hace diez días, en Rosario, Darío Herrera mostró otro camino posible en el partido entre Newell’s y Racing, por la octava fecha de la LPF: el árbitro tomó una determinación poco vista en estos cuatro meses (y ya parecen una eternidad…) de existencia del VAR en estas pampas, desde que el 31 de marzo se implementó por primera vez.
Al neuquino Herrera lo llamaron por una falta fuerte del defensor Facundo Mansilla, de Newell´s, sobre el lateral chileno Eugenio Mena, de Racing. Le mostraron las imágenes varias veces, pero el árbitro mantuvo su decisión, ya que lo que mostraba el VAR a cargo de Ariel Penel no era otra cosa que una foto (o sea, la imagen congelada) de una infracción pero sin movimiento alguno.
Herrera pidió entonces que movieran la acción para observarla en velocidad real y no en una cámara lenta o una foto, lo cual es una distorsión en un deporte de roce en donde piernas, pies, brazos y pelota se mueven de manera constante.
Pasaron más de dos minutos y las fotos con leve movimiento no pudieron convencer a Herrera de que lo que había visto en la cancha, a metros suyo, había mutado en una película muda de extraña compaginación. Por eso mantuvo la tarjeta amarilla sobre Mansilla y aquí no ha pasado nada. El partido terminó en un empate sin goles.
Ese pequeño gesto de rebeldía de un árbitro de los mejor conceptuados en la Liga Profesional y con proyección internacional tendrá ahora un futuro incierto: bien puede marcar una tendencia para que sus colegas sepan que el VAR puede llamarlos para mostrarles algo de lo que tanto buscan, y que ellos pueden mantener su decisión si están seguros de lo que cobraron.
Y la otra posibilidad es que la «desobediencia» le cueste a quienes la cometan algún tipo de olvido o ninguneo a la hora de elegirlos para partidos importantes, de esos que abren puertas hacia los grandes acontecimientos futboleros.
Y la rebeldía también puede estallar, como pasó en la cancha de All Boys en el partido del escándalo, en un entrenador al que no se le conocen desbordes emocionales como Facundo Sava, quien desde antes de la jugada del escándalo, en medio de un pobre arbitraje, primero le espetó a Baliño un «sos un cagón» que le costó la expulsión; y después se abalanzó sobre el encargado de impartir justicia en medio de la trifulca final, con la policía copando la escena.
Tal vez sea el momento, para evitar sospechas más que suspicacias, de que Federico Beligoy, director general de arbitraje de la AFA y firme defensor de sus dirigidos, apure la difusión de los audios que conforman cada intervención del VAR, para conocer la forma en que las sugerencias hacia los árbitros son solo eso, o pueden transformarse en una inducción que los haga dudar hasta de lo que acaban de ver sobre el césped, y no desde una cabina lejana ubicada en el predio de Ezeiza.