Si hace 20 años le hubieran hablado de su vida actual, es probable que Paula Morales no lo hubiera creído. Con la actuación como su pasión, pero sin muchas expectativas en relación a una carrera profesional se formó como psicóloga pensando en que esa era su verdadera vocación. Sin embargo, como una grata sorpresa, el destino la fue sorprendiendo paso a paso con un largo recorrido en teatro, cine y TV.
«Nunca imaginé que iba a poder vivir de la actuación»
Y como si fuera poco, este año se reencontró con la psicología sobre el escenario de la mano de Oh Dios mío, la comedia que protagoniza con Gastón Ricaud, bajo la dirección de Carlos Kaspar en el Teatro Regina, en la que interpreta a una psicóloga que tiene como paciente nada menos que a Dios. «Es una obra maravillosa, pero también super difícil para mí. Implicaba un gran trabajo. Y la verdad es que estoy muy contenta porque no solamente puedo subirme al escenario con una obra que me gusta mucho, sino que compartirla con Gastón Ricaud es un placer. Tenemos un equipo realmente hermoso», destaca en diálogo con Noticias Argentinas.
Se meten en temas que pueden herir susceptibilidades como la religión y la fe, con un Dios vulnerable y una mujer enojada por todo lo que le ha tocado vivir
-Mucha gente se siente muy identificada con esta psicólogo que está muy enojada con Dios por todo lo que ha pasado en su vida. Está muy descreída, pero igualmente habla todas las noches con Dios. Lo tiene como una figura que no existe y cuando se le aparece en su consultorio no le queda otro que ayudarlo con sus problemas. Y en esa vulnerabilidad que muestra creo que está la comedia, sin perder ese espacio para reflexionar, sentir, pensar. Eso fue lo que mas me atrajo cuando me acercaron el libreto. Me parece difícil pero maravilloso poder transitarlo.
Sos psicóloga al igual que tu personaje, ¿encontrás algún otro punto en común?
-No mucho, porque si bien me recibí como psicóloga, nunca ejercí. Pero sí me gustaría hacerle muchas de las preguntas que mi personaje le hace a Dios sobre el escenario.
¿Por qué nunca ejerciste la psicología?
-Cuando empecé a estudiar, pensé que iba a trabajar de eso. Pero al tercer año de la carrera, empecé a trabajar como actriz. Seguí estudiando porque no quería dejar todo por la mitad, pero ya cuando rendí las últimas materias sabía que no iba a ejercer. Por suerte tuve continuidad como actriz y eso no me permitió retomar la psicología e incluso, con el paso del tiempo, me olvidé de muchas cosas. Nunca más toque un libro vinculado a esta disciplina y es una profesión que requiere mucha responsabilidad al trabajar con la psiquis de las personas. Igualmente me gusta poder jugar en el escenario y más esta terapia no convencional con un paciente tan particular. De hecho, mi personaje por momentos no puede controlar sus emociones y es algo que no debería pasar nunca (se ríe).
Estudiás teatro desde tu adolescencia, ¿pensabas que no ibas a poder vivir de tu pasión al optar por la psicología?
-Totalmente. Nunca imaginé que iba a poder vivir de la actuación, pensaba que iba a ser un hobby en mi vida que iba a hacer siempre, pero no trabajar. Todo se dio de casualidad, porque me descubrieron en una feria y me prepusieron sumarme a una agencia para hacer publicidades. Así me enteré de una convocatoria para un programa en Telefe, sin muchas expectativas, y terminé quedando en Los Roldán. Estaba de vacaciones con mis amigas en Brasil cuando me enteré y dejé todo para volver a Buenos Aires. Si bien era un personaje muy chiquito, estaba en una tira con mucho rating y ahí empecé a probar tele, cine, teatro. Imaginate que terminé de estudiar psicología mientras grababa Aquí no hay quien viva, también de Telefe.
También la carrera del artista genera mucha incertidumbre por la falta de continuidad.
-Sí, sobre la marcha aprendí a que esta profesión tiene momentos. A veces estás trabajando a full o tal vez te toca un año mucho más tranquilo y hay que saber llevarlo. He tenido momentos en los que no tuve trabajo y llegué a pensar que no me iban a llamar más, pero después siempre surgió algo.
Cualquiera desde el prejuicio podría pensar que al ser hija de Victor Hugo Morales podrías haber elegido un camino más corto para empezar a trabajar como actriz, sin embargo hiciste el mismo recorrido que muchos de tus colegas.
-Muchos deben pensar eso, pero yo siempre elegí mantener nuestras carreras por separado. En Los Roldán se enteraron re tarde quién es mi viejo. Nunca pensé nada, todo se fue dando. Fluyó. He hecho notas cuando se supo que era su hija, pero no fue nada planificado, porque no lo hago con nada en mi carrera. Ojo, hay gente que no lo sabe, otros que me conocen como «la hija de», pero no me quita el sueño porque hacemos cosas completamente distintas.
Cuando empezaste a tomar cierto ritmo en tu carrera, ¿en algún momento te abrumó?
No, porque fueron cambios paulatinos. Me sorprendía cuando la gente me reconocía por la calle, pero nunca me vino una ola de fama. Me pude adaptar rápidamente sobre la marcha.
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¿Y con la masividad de las redes sociales cómo te llevás?
Con eso me cuido más (se ríe). Sé que con cualquier cosa que uno diga se puede armar una nota en un portal de noticias, por ejemplo. Cuando pasa, me enojo conmigo porque sé cómo son las cosas y a veces me olvido. Trato de no meterme en ningún tema que genere polémica.
El año que viene cumplís una década de amor con Fabián Vena, ¿Cómo hacen para organizarse con sus respectivas carreras y la familia ensamblada que formaron con Benicio -hijo de Paula de un matrimonio anterior-, Vida, Cielo -las hijas de Vena con Inés Estévez- y Valentino -el nene que tienen en común?
-Estamos acostumbrados y lo disfrutamos mucho. Hay momentos en los que necesitamos una ayuda externa, pero en general estamos todo el tiempo coordinando para estar con los chicos y poder continuar con nuestros trabajos. Es una cuestión de logística.
También han trabajado mucho juntos, ¿eso ayuda al orden?
-Sí, cuando hicimos Perfectos desconocidos y El test estuvo buenísimo porque venían los chicos en el camarín y estaba buenísimo. Pero este verano que trabajamos en la misma plaza teatral pero en distintas obras, «Nino» se turnaba: un día venía al teatro conmigo, otro con Fabián. Él está muy acostumbrado a eso desde que nació. Cuando hacíamos Casa Valentina tenía menos de dos años y se quedaba calladito al lado del escenario. Sabía que se tenía que portar bien. Es un ambiente conocido para él.
¿Cómo viviste el debut de Valentino en cine con Yo nena, yo princesa?
-Fue todo muy loco, de casualidad. Primero iba a tener un personaje yo, después se sumó Fabián. Y un día Fede Palazzo me contó que estaban buscando al hermanito mellizo de la protagonista y habían pensado en «Nino», porque lo habían visto en mi Instagram muy simpático y extrovertido. Él tenía 6 años y apenas se lo dijimos y le explicamos que era un compromiso, quiso hacerlo. Estuvo buenísimo y para él fue una experiencia re linda. Nosotros teníamos miedo de que la pasara mal, que quisiera irse antes o que estuviera cansado, pero no pasó. Y este año en abril grabamos Revelados en blanco y negro, una serie que todavía no salió en la que hacemos de madre e hijo. Igualmente, el dice que no quiere ser actor, va a ser futbolista.