ESCRIBE MARIANO HAMILTON

La historia de Alfonsinho, defensor de los derechos de los jugadores y enemigo de las dictaduras

Ya alguna vez hemos hecho alguna nota para contar de qué se trataba la Democracia Corintiana y sus alcances para la política brasileña. También hemos narrado en diferentes oportunidades las actitudes de otros jugadores comprometidos con la complejísima realidad social de Brasil. Porque los ejemplos, en el país vecino, abundan. Los jugadores de fútbol, especialmente allá por las décadas del 60 y el 70, no sólo pateaban la pelotita, también miraban un poco más allá del alcance de su ombligo.

Fuente: Noticias Argentinas
alfonsinho

Ese es el caso de Afonso Celso García Reis, conocido popularmente en el mundo del fútbol como Afonsinho, todo un personaje que tiene una historia que merece ser contada. O, mejor dicho, que no debe ser olvidada.

Afonsinho debutó en 1966 en Botafogo, y luego pasó por Olaria (1970), Vasco (1971), Santos (1972), Flamengo (1973 y 74) y América de Minas (1975 al 79) y Madureira (80). Pero hay que decir que en América, en los cuatro años que estuvo, apenas jugó sólo siete partidos durante 1971. O sea que, en realidad, su carrera efectiva duró apenas nueve años entre 1966 y 1975, ya que el resto del tiempo se la pasó estudiando y militando para la caída de la dictadura brasileña. Luego, en 1981, intentó el regreso en Fluminense, pero pese a firmar contrato no jugó ni un solo partido.

¿Por qué Afonsinho apenas tuvo suceso entre los 19 y 28 años? Porque era mal visto por el poder político y el del fútbol, tanto la CBD como los distintos entrenadores de la Selección en esas épocas de oro para el fútbol pero complicadas a nivel político.

Afonsinho tenía una pésima relación con el Lobo Zagallo, ya que al entrenador no le cabían sus actitudes rebeldes. Por otro lado, los dirigentes de Botafogo recibían permanentes llamados de algunos militares, que se quejaban por las declaraciones de Afonsinho en las ruedas de prensa cada vez que era consultado sobre la dictadura.

Así que, pese a ser una figura clave del equipo, se lo sacaron en encima y lo cedieron seis meses al Olaria Atlético. Cuando regresó al club, los dirigentes del Botafogo creyeron que el castigo le iba a servir como agente disciplinador, pero ocurrió exactamente lo contrario: el pibe de 23 años redobló la apuesta y ya no sólo criticaba a la dictadura sino que además reivindicaba al Che Guevara y la resistencia civil armada contra las dictaduras latinoamericanas. A eso se le sumaba su aspecto físico, cuando había partido para Olaria tenía el pelo corto y siempre estaba afeitadisímo. A su retonro, usaba el pelo largo y tenía una tupida barba.

Con la situación dada, los dirigentes ya no lo soportaron más y decidieron, como se estilaba en esa época, colgarlo. Y se lo dejaron muy claro, hasta que no se cortara el pelo, se afeitara la barba y se callara la boca, no iba a volver a jugar. Pero Afonsinho no se quedó quieto. Junto con su padre, que era delegado gremial ferroviario, presentaron un recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia Deportiva para reclamar por su derecho a trabajar. Y 24 años antes del que caso Bosman dejara jurisprudencia para toda la humanidad, Afonsinho consiguió una sentencia favorable y se quedó con el pase en su poder para poder negociarlo con quien quisiera.

Hay que decir que, en Brasil, este tipo de situaciones recién se regularizaron en marzo de 1998 cuando la Ley 9615 dejó claro los derechos y garantías de los jugadores en caso de conflictos.

Con el pase en su poder, pocos clubes se animaban a contratarlo, pero el que rompió el molde fue, primero, el Vasco da Gama. Y un año después, en 1972, y ante la sorpresa de todos los brasileños, pasó al Santos (el de Pelé), en el que jugó un año para luego recalar en el Flamengo (73-74). Allí brilló por última vez, el resto de su carrera fue un deambular por distintos clubes pero con la cabeza puesta en otra parte. Y se retiró a los 34 años.

Algunas de las máximas que Afonsinho dejó para la posteridad fue que su rechazo a que los jugadores fueran “esclavos de los dirigentes y de los empresarios” por lo que cuando consiguió quedarse con el pase en su poder, jamás volvió a venderlo y prefirió negociar él mismo los pasos siguientes de su carrera.

Hasta aquí todo parece plagado de romanticismo. Un rebelde contestatario que era incómodo para el poder. Pero las cosas no eran tan sencillas en la década del 70. El gobierno del dictador Emilio Garrastazu Médici lo persiguió con los servicios de inteligencia y varias veces estuvo muy cerca de ser detenido. Mucho más cuando a comienzos de los 7º comenzó a realizar prácticas de tiro y decidió sumarse a la lucha armada.

“Si combatí fue porque finalmente elegí dar mi lucha en el terreno del fútbol. Probablemente, y por como terminaron las cosas, debo estar agradecido al fútbol porque me dio la oportunidad de jugar y de expresarme sin necesidad de recurrir a la violencia”, recuerda hoy aquellos tiempos. Sabe, sin embargo, que por sus posturas pagó el precio: “jamás fui convocado a la Selección”.

El escritor Joao Maximo narra que “la influencia del régimen militar se extendió mucho en el fútbol. Alentar a un equipo era casi alentar al régimen. Pero había tanta pasión por el juego que la gente dejaba todo eso de lado”, sostiene. Un ejemplo claro fue lo que le pasó a Joao Saldanha, el técnico que llevó a Brasil al Mundial de 1970 pero que debió dejar el cargo por ser comunista y por no ceder a las demandas del presidente Medici para la formación del equipo.

Ya retirado del fútbol, Afonsinho ejerció como psiquiatra en el Instituto Pinel y organiza desde 1975 el “Tren de la alegría”, una experiencia que reúne a jugadores de todas las épocas tres o cuatro veces al año para hacer partidos de exhibición y recaudar fondos para causas que considera justas.

Cuando murió Sócrates, otro hombre que revolucionó al fútbol brasileño con la democracia corinthiana, Afonsinho lo reemplazó como columnista del diario Carta Capital.

En 1974 se filmó el documental Passe Livre, de Oswaldo Caldeira que narra aquel conflicto con el Botafogo y la problemática de los jugadores brasileños a comienzos de la década del 70.

El documental comienza con una frase de Pelé de 1972, cuando estaba en una disputa económica con el Santos: “¿Hombre libre en el fútbol? Sólo conozco uno: Afonsinho. Él sí puede decir, usando sus palabras, independencia o muerte. Nadie más”.

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