No hay sentimiento más atroz para la democracia que la idea de abandono de un sector de la sociedad, la sensación de que las políticas públicas son para otros y que al “nosotros” nadie nos atiende.
El (des)amparo de los sectores medios
En una Argentina en donde la mayoría llega a fin de mes, solo restringiendo su economía personal, existe ese sentimiento de desamparo que anida en demandas insatisfechas.
Si permitimos que esa sensación se cimente, corremos el riesgo de desembocar en un ciclo de desencanto que desconecte a la esperanza de la política.
Los valores centrales de la clase media fueron siempre aquellos relacionados con el progreso a través del trabajo y el conocimiento, sus principios suelen ser la base sólida desde donde se desarrollan las naciones, y cuando empiezan a faltar, flaquea toda su estructura.
La percepción de estancamiento es una constante desde hace años y de ello solo se sale apostando por la transformación económica y el crecimiento de la productividad. Hay que combatir esa idea del abandono que perturba, conmueve y degrada a la sociedad.
La pobreza crece día tras día y es un dato angustiante para el conjunto de la sociedad. Su auxilio es un acto ético imprescindible, pero si no empezamos a ver que la pobreza se ensancha a costa de los sectores medios y no detenemos esa sangría, estaremos condenados; no solo por el deterioro de las condiciones materiales sino por el impacto cognitivo y cultural que genera una vez producido ese descenso.
Estamos en un momento crítico en el que esos trabajadores tienen miedo de ser empujados al abismo, y hay que tener especial cuidado porque ese temor puede generar odio. Necesitamos acciones que se ocupen verdaderamente de sus necesidades, las cuales pueden parecer sofisticadas o que pueden esperar frente a la angustia de los que menos tienen, pero son vitales para el desarrollo de la Nación.
Hemos cometido el error de invisibilizar del debate público las necesidades de los sectores medios. Como nos canta Fito Páez, es tiempo de girar “dar media vuelta y ver que pasa allá afuera / no todo el mundo tiene primaveras”, porque la sinergia para el crecimiento económico la podemos encontrar en una alianza entre la política y esos sectores que empuje emprendimientos que den trabajo de calidad y divisas al país.
Para que esto se produzca debemos cuidar el capital humano capacitado que hoy tenemos y lo podemos perder si no lo protegemos.
¿Cómo se puede producir ese cuidado? Resguardando las condiciones de vida de los que pueden aportar lucidez y acompañando las trayectorias empresariales de los que desde pequeños emprendimientos aportan valor agregado ligado a la producción, los servicios y el conocimiento.
Debemos mejorar la calidad del Estado para que logre flexibilidad para atender estas demandas, generando Instrumentos para el desarrollo de estos desafíos.
Muchas veces lo que se demanda no es una ayuda explicita, tan solo se busca el alivio de algunas obligaciones impositivas y la simplificación de otras. Tal vez, liberando sus fuerzas y con organización podremos multiplicar las oportunidades y ser más ricos como nación. Estoy convencido que eso es lo que tenemos que valorar, alentar y poner en el centro del debate público.
Decíamos que debíamos cuidar la generación de empleos de calidad, pero también las condiciones materiales en las que se desarrollan las capacidades y allí tenemos enormes problemas que atender.
Existe una Argentina innovadora, emprendedora y sensible que esta esperando mas de nuestras instituciones, ansia recuperar el espacio público, necesita tener recursos para los consumos culturales, implora no sufrir la angustia de una inflación que erosiona su tranquilidad y el clima de negocios cotidiano y por ultimo tiene un problema trasversal: comprar un techo asequible, nadie puede producir en sus trabajos si no tiene la tranquilidad de un hogar en el cuál desarrollar su vida privada con dignidad.
Ha desaparecido el crédito en nuestro país tanto para los emprendedores como para el desarrollo personal y no existen programas de gobierno que estén pensando en dotar de una vivienda digna a los trabajadores intermedios que ganan por encima de la línea de pobreza.