Uno de los momentos icónicos de la historia del peronismo ocurrió 50 años atrás, cuando el entonces presidente Juan Domingo Perón encabezó un multitudinario acto en Plaza de Mayo por el Día del Trabajador y terminó de romper el vínculo con Montoneros, cuyos militantes se retiraron del lugar luego de las fuertes críticas del líder del PJ.
A 50 años del día en que Perón tildó de «imberbes» a Montoneros en cadena nacional y en plena Plaza de Mayo
La jornada arrancó con Isabelita coronando a tres militantes sindicales como Reina y princesas del Trabajo y la Unidad Nacional, una suerte de Miss Universo peronista, lo que generó el primer cántico de Montoneros y la Juventud Peronista: «No queremos carnaval, asamblea popular».
«Isabel, Isabel», corearon otros sectores, para tapar el grito de los militantes de la Tendencia Revolucionaria.
Desde el mítico balcón de Casa Rosada salió a hablar el Perón que había llegado con el slogan «para un argentino no hay nada mejor que otro argentino» y que, curiosamente, enfrentaba una fuerte división al interior del Movimiento Nacional Justicialista entre los sectores más ortodoxos y los de la izquierda peronista.
Secundado por su esposa y vicepresidenta, María Estela Martínez de Perón, y por el ministro de Bienestar Social, José López Rega, el entonces mandatario mantuvo una suerte de contrapunto dialéctico con los cánticos disidentes de las importantes columnas de Montoneros y la Juventud Peronista.
El General lanzó desde el arranque una férrea defensa de los dirigentes gremiales y un fuerte ataque contra las organizaciones de la Tendencia Revolucionaria.
En ese sentido, destacó el rol de las organizaciones sindicales (y sus dirigentes), «pese a estos estúpidos que gritan», en alusión a las juventudes que estaban presentes en la Plaza de Mayo.
«A través de estos 21 años las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que durante 20 años lucharon», subrayó Perón.
Cuando el mandatario frenaba ante los aplausos, aparecían nuevamente los cánticos de Montoneros: «Qué pasa, qué pasa, qué pasa, General, está lleno de gorilas el Gobierno popular».
Lejos de querer calmar el escenario, el Presidente se dirigió especialmente a los «compañeros que han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que haya todavía sonado el escarmiento», en alusión a los crímenes de referentes sindicales como Augusto Timoteo Vandor en 1969 y José Ignacio Rucci en 1973.
Además, remarcó que buscaba que el acto en Plaza de Mayo fuera para «rendir homenaje a esas organizaciones y a esos dirigentes, sabios y prudentes» y volvió a arremeter contra la Tendencia: «Ahora resulta que después de 20 años hay algunos que todavía no están conformes de todo lo que hemos hecho».
«Anhelamos que nuestro movimiento sepa ponerse a tono con el momento que vivimos. La clase trabajadora argentina como columna vertebral de ese movimiento es la que ha de llevar adelante los estandartes de nuestra lucha», remarcó.
Y continuó: «Por eso, compañeros, esta reunión, en esta plaza, como en los buenos tiempos, debe afirmar la decisión absoluta para que en el futuro cada uno ocupe el lugar que le corresponde en una lucha que, si los malvados no cejan, hemos de iniciar».
Sin temor a las represalias, las columnas de Montoneros y la Juventud Peronista llevaron a cabo un desplante que quedaría en la historia: abandonaron la Plaza de Mayo en medio del discurso de Perón.
Algunos militantes de sectores del peronismo de derecha no se tomaron bien la decisión y se registraron algunos incidentes, que quedaron registrados en fotografías de la época en medios de la Tendencia.
Tras limpiarse el sudor de la frente y tomar un vaso de agua que le alcanzó López Rega, Perón afirmó que el Gobierno estaba «empeñado a fondo» en la «liberación del colonialismo que viene azotando a la República a través de tantos años y de estos infiltrados que trabajando adentro y traidoramente son más peligrosos que los que trabajan desde afuera».
«Son mercenarios al servicio del dinero extranjero», lanzó el Presidente, mientras continuaba viendo cómo parte de la Plaza de Mayo iba despoblándose.
«Para terminar, compañeros, espero el 17 de octubre poderles ver de nuevo la cara en esta Plaza», fue el cierre elegido por Perón, quien dos meses después -el 1° de julio- moriría en la Quinta de Olivos a los 79 años.