El conflicto en Ucrania, los movimientos militares en Asia y los precios internacionales del petróleo marcan un nuevo escenario que ha generado un nuevo impacto en la estabilidad de la política exterior del bloque anglosajón.
«A Dios rogando»…
Cuando mi abuela María, la andaluza analfabeta, subrayaba la importancia de defender sus propios intereses no obstante la presión de otros factores recurría a un viejo refrán de los “caballistas”(contrabandistas) que ejercía su menester entre La Línea de la Concepción y el Peñón de Gibraltar en poder de Inglaterra, pese a la acción de guardias civiles y soldados británicos. “A Dios rogando y con el mazo dando”…
Aunque en este caso este Dios está bastante devaluado, no se lo puede ignorar. Sus acciones internacionales se tiñen de improvisación, nerviosidad, falta de previsibilidad y otros factores que marcan el ocaso de una gran potencia. Nada nuevo. Todos los imperios pasaron por esta decadencia.
Todos los imperios intentaron mantener su dominio apelando a agresiones, a desplazamientos de sus ejércitos represores a las periferias “revoltosas”, a intentos de imponer su dictado económico, a transferir a esas periferias “revoltosas” sus disolventes prácticas sociales y culturales.
El imperio anglosajón no es una excepción. Antes y después de la crisis ucraniana, el Pentágono ha movilizado a Europa a decenas de miles de soldados. Saturó de equipos bélicos las fronteras de la OTAN con Rusia. Washington y Londres, secundados por sus adláteres Canadá, Australia y Nueva Zelanda han reforzado sus amenazas militares contra China en… el Mar de China. Son de público conocimiento los escandalosos episodios de estas metrópolis. Hoy se dio a conocer, para terminar de cerrar el cuadro, el nuevo presupuesto militar de los EE.UU.: ¡850.000 millones de dólares!
Mientras siguen derramando miles de sanciones contra Rusia, Venezuela, Irán, Cuba, China, o cualquier otro país que intente contraponerse a su designio divino, por el otro lado muestra su tremenda debilidad rogando a quienes había condenado con el fuego del averno que le hagan el favor de aumentar la producción de petróleo para bajar los precios mundiales del “oro negro”.
Hoy Moscú acaba de anunciar la creación de su marca de petróleo que competirá con el alicaído Brent europeo y la vapuleada WTI norteamericana en la fijación de la cotización. La bolsa moscovita de hidrocarburos comenzará a funcionar en octubre y contará con el respaldo de la “OPEP+”, lo que reduce a la nada los intentos anglosajones de limitar el precio del crudo ruso.
Tras sus frustradas negociaciones con Irán y Venezuela, ahora Washington intenta acordar con Arabia Saudita el incremento unilateral de la producción petrolera. Todos los analistas coinciden en la inminencia de otra frustración. El antiguo aliado incondicional de los Estados Unidos ahora es estrecho socio de Rusia en la definición de volúmenes y precios de petróleo en el mercado mundial.
Er Riad, además, acaba de solicitar su admisión en los BRICS. Junto con Egipto y Türkiye. De modo tal que el anciano ocupante de la Casa Blanca recibe del país que hoy lo hospeda dos gentiles cachetazos: la negación a salirse del acuerdo “OPEP+” que fija cuotas de producción mundial del petróleo, y la noticia de su solicitud de ingreso al grupo que identifica el nuevo orden multipolar del planeta.
Obsérvese que siete países de los renovados BRICS son miembros del G20 y uno de ellos, Türkiye, para colmo es miembro de la OTAN. Nótese, además, que Brasil y la India cuentan con el respaldo de todo el Grupo BRICS para ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de una ONU imprescindiblemente aggiornada. Alumbra un nuevo horizonte en la trama planetaria.
Hace unos días el temulento jefe de la mayor potencia mundial sufrió una bofetada similar en el encuentro con su vecino del sur, el presidente mexicano Andrés López Obrador quien, además de leerle la cartilla (literalmente) por las represiones estadounidenses a los migrantes, se dio el lujo de ofrecerle sus capacidades nacionales de hidrocarburos a precios del mercado internacional. Algo impensado para la metrópoli imperial hasta hace poco tiempo…
Lpez Obrador y Joe Biden Foto AFP
López Obrador y Joe Biden. Foto: AFP.
La seria situación económica interna de los Estados Unidos (acaban de anunciar una inflación de casi el 10%) y la procelosa inestabilidad social obligan al gobernante partido demócrata a pensar seriamente en reperfilar la política oficial mal que le pese al muy devaluado habitante del Salón Oval. Noviembre está muy cerca y amenaza con una debacle electoral en los comicios de medio término y con la profundización del desplante de la mayoría de los países miembros del G20 al intento de Washington de imponer el aislamiento de Rusia y la condena a China en la cumbre de ese mes en Bali, el paraíso insular de Indonesia.
La consolidación de este ya instalado mosaico de la realidad internacional ha generado un nuevo impacto en la estabilidad de la política exterior del bloque anglosajón. Impelidos por la muy seria y profunda crisis económica europea, Washington y la UE se han visto obligados a levantar las sanciones que impedían las operaciones comerciales en materia de agroindustria y alimentos, fertilizantes, medicamentos e instrumental médico.
“A la fuerza ahorcan”, también decía mi abuela María… Es que los principales grupos económicos no soportan el perjuicio que le cargan las sanciones indiscriminadas de Washington. Como corresponde a avezados comerciantes, la mayoría de ellos ha buscado las formas para eludir estas absurdas restricciones que, en primer lugar, golpean con el efecto de un bumerang las propias economías anglosajonas y eurooccidentales.
A la prohibición de importar oro ruso (principal proveedor mundial), la respuesta fue simple. Dubai lo compra, lo funde y lo vende a los traders internacionales, ya no como oro ruso, sino como oro de los Emiratos… Shell levantó todos su negocios en Rusia. Ahora carga sus tanques “Aframax” en el puerto de Ventspils, sobre el mar Báltico, a poca distancia del puerto petrolero más grande de Rusia, Primorsk. Como es de público conocimiento, Letonia no extrae petróleo, de modo que las cargas que llegan de Primorsk se trasbordan a los “Aframax” de Shell con el nombre de “mezcla letona”. Esto mismo se repite con Mac Donalds, con Renault, con las grandes tiendas de moda. Nadie quiere perderse negocios de miles de millones de dólares.
La declarada intención anglosajona de liquidar la economía rusa o, como lo plantea el decrépito Lech Walesa, desmembrar Rusia en varios mini-estados y reducir su población a 50 millones, se ha dado la cabeza contra una pared infranqueable. La conforman estos intereses particulares y la conjunción operativa de la mayoría de los países. Un solo índice: las ganancias de Rusia en junio por la venta de petróleo fueron de casi 20.500 millones de dólares…
El empobrecimiento relativo europeo y la crisis norteamericana ha facilitado el traslado del centro económico mundial al continente asiático. Con algunas penosas excepciones como Japón, la mayoría de sus países trabajan coordinadamente entre sí, con independencia del imperio anglosajón o, como lo definió el presidente Vladímir Putin, el “globalismo neoliberal”.
Los dos gigantes de la región, China e India han estrechado aún más sus alianzas con Rusia. Es conocida la concordancia estratégica entre Beijing y Moscú. La relación entre Vladímir Putin y el primer ministro indio Narendra Modi es tan intensa y frecuente como la que Putin mantiene con su colega iraní, Ebrahim Raisi. Es natural que esta asociación, a la que ahora se adscribe también la Indonesia del presidente Joko Widodo (un mercado de casi 300 millones de habitantes), ejerza una fuerza centrípeta determinante en todo el sudeste asiático.
La nueva relación de fuerzas internacionales se ha manifestado con increíble claridad en otro centro multipolar que hasta hace poco era casi imposible de imaginar: el Caspio. El 29 de junio en Ashjabad, capital de Turkmenistán, los presidentes de Azerbaidzhán, Irán, Kazajstán, Rusia y Turkmenistán reafirmaron el carácter pacífico del cerrado mar centroasiático, la prohibición de su navegación por naves militares de otros países, la cooperación en explotaciones petroleras y el desarrollo de proyectos económicos conjuntos. La irradiación de esta séptima cumbre del Caspio en los estados vecinos, además de su intrínseca importancia, implica un serio respaldo a la realización de nuevas líneas políticas solidarias y soberanas.
En nuestro continente, alumbrado por fundamentales cambios institucionales y políticos como Colombia o Chile, Brasil acaba de firmar con Rusia decisivos acuerdos para la provisión de combustibles y fertilizantes. El retorno está dado por la soja, carne y otros productos brasileños. No hay dólares de por medio. ¡Bolsonaro! ¡El protector de la delincuente boliviana Jeanine Áñez! Un ejemplo de pragmatismo a copiar.
Por eso en el título me acordé de mi abuela María. “A Dios rogando y con el mazo dando”. A través de todos los casos iluminados en esta nota y los numerosísimos no mencionados, se verifica una definida conducta con el centro anglosajón basada en el gentil rechazo a sus dictados. Sin llegar a anteriores confrontaciones y conflictos, está claro que se acabó el tiempo del obsecuente acuerdo, recidiva de lo cual es la pervivencia de una OEA fósil. Ahora el anterior hegemón es tratado como un interlocutor más.
Se acabó el rendir pleitesía, el medieval “viaje a Canossa” para someterse al soberano de turno. No hay más tronos soberanos. La soberanía es ejercida por la aplastante mayoría de países de este planeta en trabajo de parto de un nuevo orden mundial más justo, independiente y soberano. En todo caso, ese dios al que se rogaba ahora cedió su supremacía a esta nueva constelación de países que se ejercitan constantemente en la utilización del mazo.
En este contexto, es de suponer, se inscribirá la visita del presidente Alberto Fernández a Washington el próximo 26 de julio (¡qué coincidencia de fecha!). En línea con su persistente tendencia a imponer el dictado anglosajón, el anciano ocupante del Salón Oval insistirá con la incondicional alineación antirrusa y antichina y la subordinación al “orden basado en reglas” que propugna el establishment norteamericano, contrario al derecho internacional y a las normas de la ONU, sin que nunca nadie haya develado el contenido de esas “reglas”.
En una aproximación a la que podría ser respuesta argentina, vale la pena citar una reciente declaración del actual ministro de Desarrollo Productivo y ex embajador en Brasil, Daniel Scioli, quien anunció que “las autoridades argentinas y brasileñas pretenden aprobar próximamente un mecanismo que permita liquidaciones mutuas en el comercio de los dos estados utilizando monedas nacionales”, pues “la vinculación al dólar, a la luz de los tipos de cambio y el aumento de la inflación, afecta negativamente la realización de operaciones bancarias y frena el desarrollo de los dos países”.
Esta intención argentino-brasileña puede ser uno de los puntos centrales que contribuyan a conformar una política exterior independiente de bloques y soberana en sus decisiones, que encamine a la Argentina a su integración con el nuevo mundo multipolar potenciando la trascendencia de nuestra América Latina y que unifique la “gentil resistencia” a los intentos imperiales y la declarada adscripción a este nuevo mundo. Sin duda, esa es la línea de demarcación entre el orden minúsculo y autoritario que queremos dejar atrás y el que queremos integrar con la aplastante mayoría de países.
El punto crítico.