Los shows de Pet Shop Boys, Beck y Blur fueron los tres platos fuertes en el cierre de la segunda edición del festival en el que también predominó el pop en sus distintas variantes y un impactante set jazzero.
Blur, Pet Shop Boys y Beck: hechizo de luna
Bajo una cautivante luna llena que llamó la atención de varios artistas y pareció irradiar su influjo sobre ellos, la segunda edición del Primavera Sound tuvo la noche de este domingo un cierre de lujo en el porteño Parque Sarmiento, con una recorrida por lo más encumbrado del brit-pop, el synthpop y el dance, y el rock alternativo de la mano de Blur, Pet Shop Boys y Beck, respectivamente.
Todos los focos estuvieron puestos en el candente show del cuarteto liderado por Damon Albarn, por emotividad y conexión; sin embargo, tanto el dúo londinense como el californiano se las ingeniaron para dejar su marca, cada uno de ellos con herramientas muy diferentes.
En este sentido, mientras que Blur eligió el camino de la emotividad, para lo cual entró en combustión en varias ocasiones y se cargó de épica, sin importarle resignar sutilezas y precisión; Pet Shop Boys transitó por el costado cool de las delicadas melodías sobre sintetizadores caracterizados del eurodisco.
Entre esos dos polos, Beck sorpresivamente emergió como el protagonista del mejor show de esta segunda jornada, en donde ofreció su versión más rockera y extrovertida; lejos de aquel jovencito ensimismado y conflictuado de los `90.
Cuando el cielo comenzaba a oscurecer sobre el predio ubicado en Saavedra, el talentoso artista californiano llevó al extremo los distintos estilos que confluyeron para conformar su ADN musical, aunque todo ello embebido de su arrollador rock, puesto en escena gracias a una notable banda soporte.
En su set de una hora, Beck se rebeló como un gran frontman, con gran habilidad para pasar por distintos instrumentos, sus desgarbados pasos de baile y su gran crecimiento interpretativo.
Clásicos como «Devil´s Haircut», «New Pollution», «Girl», «Güero», «Loser», «E-Pro» y «Where it´s at?», sonaron frescos y amenazantes en el cuerpo del artista. Con ellos, el concierto fue bordeando el funk, el hard rock, el acid folk, el soul y el delta blues, entre otras sugerencias.
La gran sorpresa absolutamente fuera de programa fue cuando apareció de invitado Damon Albarn, unas dos horas antes del show de Blur, para cantar «Valley of the Pagans», la canción que compartieron cuando Beck fue invitado especial dentro del proyecto Gorillaz.
«Volveré a Buenos Aires pronto. Los extrañé», lanzó un sincero Beck al finalizar su actuación, convencido que esta vez sí había logrado dar el gran golpe en nuestro país tras algunos agridulces intentos -como aquella recordada visita de 2007 como apertura de The Police-.
Al término del californiano, llegó el turno de Pet Shop Boys, con una propuesta más gélida aunque igual de atrapante. Pues resultó irresistible el deseo de acompasar con el cuerpo las melodías que se fueron sucediendo como en una discoteca.
Acompañado de una importante apuesta estética, que incluyó cuatro cambios de vestuarios, coloridas gráficas y trucos escénicos, el dúo conformado por Neil Tennant -el dueño del show- y Chris Lowe -absoluto factótum musical- transportó al público a una imaginaria fiesta electrónica de fines de los `80, aún con los ecos del eurodisco y los sintetizadores.
Hubo recordados éxitos como «Domino Dancing», «It´s a Shame», el cover de Village People «Go West», «West End Girls» y «You´re Always in my Mind»; y bailables versiones de «Where the Streets Have No Name», de U2, y «I Can´t Take my Eyes Off You».
Tras estos dos sets, llegó el momento del cierre con Blur, que se jugó por completo a un set electrizante y sensiblero, dejando de lado el aspecto elegante del brit-pop. A cambio, el cuarteto londinense se mostró en vena y fue por el golpe de efecto.
Con ganancias y pérdidas, el concierto presentó una buenas dosis de clásicos; exhibió las raíces musicales de la banda, que a pesar de estar ligado al sonido de una década, no ocultó su deuda con el cancionero popular británico al mostrar resabios de punk, de glam rock, pop, ska y rap, entre otros.
Luego del arranque tranquilo pero ya con señales de intensidad con «The Ballad of Darren», el clima fue in crescendo con «Coffee and TV», «End of the Century», «Country House» y «Parklife».
Más aún subió la temperatura cuando Albarn propuso un ida y vuelta con el público, con gestos como bajar a cantar entre la gente, devolverle una bandera a un fan o hacer subir a una seguidora para que participe de una canción.
El concierto fue así virando hacia un perfil más sensiblero cuando, tras la explosión con «Girls & Boys» y «Song 2», se fue hacia el cierre con una seguidilla más que elocuente conformada por «Tender», «The Narcissist», «For Tomorrow» y «The Universal».
En el medio abundaron frases del tipo «por mí no terminaría nunca» o «son un público fantástico», y gestos emocionados; pero nada resultó tan genuino como la fascinación mostrada por Albarn al ver la luna llena, ni la energía que pareció extraer de esa imagen. Curiosamente, la noche del sábado, Robert Smith también aludió al aspecto que mostraba la luna durante el set de The Cure.
Aunque estos tres números aparecieron como los más fuertes de la jornada de cierra, desde temprano hubo un interesante desfiles de importantes figuras locales e internacionales.
El nostálgico pop de Virus se encargó de mantener la expectativa en el festival desde las primeras horas de la apertura de puertas, a las 14.30, con la batería de sus clásicos de los `80.
La propuesta pop continuó con su protagonismo hacia mitad de la tarde a través de la festiva presentación de Turf, en un set también plagado de hits y marcado fuertemente por el carisma de su frontman Joaquín Levinton.
En el apogeo de su show, como parte de su performance, el cantante «desafió» al Indio Solari al invitar al público a superar al llamado «pogo más grande del mundo», en otra de sus tantas humoradas.
Y cuando las sombras ya daban un poco de alivio al calor, la canadiense Carly Raejepsen puso color y simpatía a partir de un divertido set pop de corte más juvenil, sostenido por una sólida banda.
Pero sin dudas, una de las agradables sorpresas de este domingo se produjo a mitad de tarde, con el dúo jazzero Domi & J.D.Beck, un combo de una virtuosa pianista francesa y un melódico baterista de Dallas, que se movió cómodamente por las aguas experimentales del género.
Ella ataviada como una alternativa Barbie y él con un look como el que aquí identificamos como «rollinga», la pareja musical hechizó al incauto público en su debut absoluto en nuestro país, con un delicioso set absolutamente fuera de contexto.
En medio de los prodigiosos sonidos de piano y la indescifrable batería, el dúo se convirtió en un virtual trío gracias a la fantástica mano izquierda de Domi, que construyó soberbias líneas de contrabajo con su teclado.
Ante un público estimado de 50 mil personas, entre la alrededor de la veintena de artistas que se repartieron en los cuatro escenarios durante el domingo, también resaltaron Winona Riders, Rayos Laser, Milo J, Viva Elástico, Evlay y Anita B. Queen, entre otros.
De esta manera se cerró la segunda edición en nuestro país del festival nacido en Barcelona, que en su día de apertura tuvo como principal luminaria a The Cure, quien ante unas 55 mil personas realizó un memorable concierto.
El sábado también destacaron Róisín Murphy, Black Midi, Slowdive, Él Mató a un Policía Motorizado, Dillom, Richard Coleman y Massacre, entre otros.
Aunque finalizó el festival, entre este lunes 27 y el martes 28 muchas de las figuras que pasaron por el encuentro musical ofrecerán sideshows en distintos reductos de la ciudad.
Este lunes, Róisín Murphy, Ibiza Pareo y Uma se presentarán en el C Complejo Art Media, del barrio porteño de Chacarita; mientras que Black Midi y Fonso harán lo propio en La Trastienda, del barrio de San Telmo. El martes 28 de noviembre será el turno de Slowdive y Sebastián Arpesella, en el reducto de Chacarita.
Para estos shows se informó que hay 15 localidades vendidas, lo que asciende el número total de tickets del festival a 120 mil.