Pese a la inagotable oferta de las plataformas digitales, el reestreno -con copias remasterizadas- de clásicos como «El Padrino» o esta semana, «Pulp Fiction», deja en evidencia que tienen su público. Para verlas por primera vez o para disfrutarlas uno y otra y otra ocasión.
El negocio de la nostalgia cinéfila
Hace un mes regresó a los cines de Argentina “El Padrino”, clásico de clásicos de Francis Ford Coppola con motivo de cumplirse 50 años de su estreno original, y convocó a casi 25.000 personas, una buena cifra teniendo en cuenta el contexto local y que se lanzó en apenas 33 salas con muy pocas funciones diarias.
Esta semana es el turno de “Pulp Fiction” (su título local fue “Tiempos violentos”), film del venerado Quentin Tarantino con John Travolta, Samuel L. Jackson, Uma Thurman, Tim Roth, Bruce Willis, Rosanna Arquette y Christopher Walken que vuelve en copia remasterizada a 45 salas de CABA, provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Salta y Neuquén. El fervor que despertó la noticia en redes sociales anticipa otra amplia y entusiasta concurrencia.
La pregunta inevitable es, entonces, por qué funcionan en pantalla grande películas que están disponibles en plataformas de streaming (la trilogía de “El Padrino” es parte de la oferta actual de HBO Max y “Pulp Fiction” integra las de varias plataformas como Movistar TV, Paramount+ o la propia HBO Max), que muchos ya tienen en viejos VHS o DVDs o que incluso circulan por la web? Porque la cinefilia se nutre en buena medida de la nostalgia y porque, por mucho que haya mejorado, todavía no hay tecnología hogareña que iguale la experiencia (además comunitaria) de una sala gigante a oscuras con proyección y sonido de primer nivel.
Cuando nos referimos a nostalgia cinéfila no hay que remontarse exclusivamente a clásicos de la edad de oro de los grandes estudios de Hollywood o de los autores europeos de los años ’60 y ’70 (que en general suelen ser patrimonio de salas como la Lugones y el MALBA en Buenos Aires o el Cineclub Hugo del Carril en Córdoba) sino que incluso las vueltas a los cines de las películas de franquicias populares como las de “Harry Potter”, “Batman”, “Alien”, “Volver al futuro”, “Terminator”, “Rocky” o “El señor de los anillos” han tenido una muy buena recepción antes e incluso después del pico de la pandemia.
Padres y madres que quieren volver a ver algunas de sus películas favoritas con sus hijos e hijas ya más grandes, espectadores jóvenes que no tuvieron oportunidad de apreciarlas en cine porque eran muy pequeños o ni siquiera habían nacido, o bien el “fetichismo” o la mera exaltación nostálgica de ver “cine de antes” en las mejores condiciones posibles… Lo cierto es que esos films que forman parte del imaginario, de la memoria colectiva, de la cultura popular mantienen una vigencia indestructible.
También está, claro, el consumo de nicho (y hay que advertir que varios nichos no son tan pequeños como en principio parecen). ¿Ejemplos recientes? Los exitosos reestrenos en salas locales de “La dolce vita” y “8 y ½”, ambas del italiano Federico Fellini; “Vivir su vida”, del francés Jean-Luc Godard; o la provocadora “El imperio de los sentidos”, del japonés Nagisa Ôshima. Y están también las retrospectivas en festivales como el de Mar del Plata o el inminente BAFICI, cuyas entradas para los clásicos restaurados en muchos casos son las primeras en agotarse.
La buena perfomance de «Licorice Pizza» en los cines provocó que un regreso en ciclos especiales a otras películas de Paul Thomas Anderson.
Y, si de directores de culto se trata, muchas veces el estreno de una nueva película alimenta el consumo de la filmografía previa. Fue el caso reciente del estadounidense Paul Thomas Anderson, que logró una masiva respuesta en salas comerciales con “Licorice Pizza” (lleva 65.000 entradas vendidas) y luego generó un aluvión de cinéfilos que agotaron todas las funciones programadas en El Cultural San Martín de otros notables largometrajes suyos como “Hard Eight – Vivir del azar” (1996), “Boogie Nights: Juegos de placer” (1997), “Magnolia” (1999), “Embriagado de amor” (2002), “Petróleo sangriento” (2007), “The Master” (2012), “Vicio propio” (2014) y “El hilo fantasma” (2017).
Y algo similar ocurre -con un target diferente, claro- cuando pueden volver a verse los inoxidables clásicos animados de Disney (ahora menos, ya que la propia compañía los está reciclando en nuevas versiones live-action con protagonistas de carne y hueso) o de maestros del género como el japonés Hayao Miyazaki.
Podremos estar asistiendo a la edad de oro del streaming (que de hecho es una de las principales amenazas para la subsistencia del cine en el cine), pero el negocio de la nostalgia sigue dando batalla… y ganando varias de ellas.