Mayo de 2023. Ya nadie puede hacerse el distraído. Entiendo que hace 10 o 15 años un famoso se sorprendiera porque el video que grabó en privado con su celular de pronto se viralizó por mail, mensaje de texto, Facebook o lo que se usara en ese entonces. «Me robaron el teléfono», «lo mandé a arreglar y copiaron todo», «solo se lo mandé a un amigo», «no entiendo cómo pasó». Sí, vimos muchos videos sexuales de gente conocida y escuchamos miles de explicaciones. Ojo, seguro eran víctimas, porque nadie tenía derecho a ver o compartir imágenes que se supone eran privadas. Pero ¿sabe qué? Guste o no, sucedía igual.
Famosos, videos prohibidos y venta de contenido erótico
El tiempo fue pasando y lo único que cambió fue la tecnología: aparecieron nuevas redes sociales como Twitter, Snapchat, Instagram y TikTok, y vías de comunicación más veloces como Whatsapp o Telegram. Es decir, mejoramos la calidad y el tiempo de viralización. Pero se supone que con la experiencia ya estamos muy bien advertidos: una vez que le enviamos a alguien una foto, audio o imágen a otra persona ya no tenemos control sobre ese material. También sabemos que nos pueden hackear lo que tenemos en el aparato o en la nube y hasta que debemos tener cuidado en las personas que tienen acceso a nuestro celular, sea un conocido o el técnico que lo va a reparar. Ojo, esto no significa que no tengamos derecho a grabar o mandar lo que querramos, pero sí debemos tener cuidado en lo que hacemos y almacenamos. No entender eso es exponerse a un verdadero peligro.
Esta semana vimos, oímos o leímos sobre el video sexual de Tomás Holder, un ex participante de «Gran Hermano» con una modelo llamada Agustina, cuyo apodo es La Tanita. A algunos les llegó por WhatsApp, otros se enteraron por Twitter, lo cierto es que en pocos minutos el tema se convirtió en Trending Topic, la tendencia del momento. Sin embargo en esta oportunidad no hubo escándalo. Él dijo que no lo había mandado, ella explicó que tampoco fue porque les pone marca de agua a sus videos y este no tenía. Listo. No hubo llantos ni quejas. Es más, entendimos que por lo menos a Agus le vino bien la movida porque vende material erótico, se mantiene gracias a eso y a partir de esto tendrá nuevos clientes. Y ahí abrimos una nueva ventana. Podríamos mirar para el costado, pero no, es buena hora para discutirlo, aunque me enfrente a mucha gente que se indignará por el tema.
¿Usted qué piensa de la venta de contenido erótico? Mientras piensa en qué responderme, déjeme decirle que escuché varias cosas al respecto. Como se sabe, mucha gente que lo hace en todo el mundo recibe cientos, miles, cientos de miles y hasta millones por este trabajo. Sí, dije trabajo aunque algunos ya me lo quieran discutir. Es un trabajo, punto. Le explico qué hace este emprendedor o emprendedora: se busca una buena ubicación, una luz propicia, se pone o se saca ropa, lleva o no juguetes sexuales (a gusto), se busca un compañero o compañera (también a gusto o a pedido) y comienza a filmar, a sacar fotos o a transmitir en vivo. El que mira, paga. No hay más secretos. Es como el comerciante que va al mayorista, compra gaseosas y luego las vende en su local de la esquina. Eso, hay un vendedor y un comprador. No más explicaciones.
«¡Es prostitución!» dice alguien por ahí. Sobre esto la Real Academia Española dice: «Actividad a la que se dedica quien mantiene relaciones sexuales con otras personas, a cambio de dinero». En este caso dinero hay, pero relaciones sexuales no, al menos las tradicionales, las de piel con piel. En otro debate podríamos discutir sobre los derechos de una persona de utilizar su cuerpo como quiera, el «mi cuerpo mi decisión», aún para hacer de eso una actividad económica que lo beneficie. Ojo, y lea bien lo que voy a aclarar ahora: Debe erradicarse para siempre la trata de personas, porque una cosa es elegir qué hacer con el cuerpo de uno y otra que alguien secuestre, obligue o someta a esclavitud a otro. Pero dije que eso era para otro debate más profundo.
«¡Cosifica!», dice otro. Sí, eso puede ser, pero atención, la persona que decide hacerlo se convierte en su propio producto y le pone un precio. Podría pintar un cuadro y venderlo, componer una canción, realizar un cortometraje, pero por algún motivo u otro, deciden expresarse con su cuerpo. ¿Le está haciendo un daño a alguien? Podemos discutirlo, en principio siento que no, en todo caso podemos ir al VAR y revisar bien la jugada.
«¡Es un trabajo a corto plazo!» Y… ¿qué quiere que le diga? Puede ser, pero mientras haya clientes, acá uno decide cuándo se retira o cambia el negocio. También debe considerar en ese caso que la competencia es cada día más grande. Esta joven Agustina, la del video con Holder, contó que antes vendía seguros y que desde que hace lo del material erótico gana cuatro veces más… ¿A quién no le gustaría cuadruplicar su ingreso, no? Pero bueno, el mundo va a seguir necesitando gente que venda seguros, y por otro lado, si todos vamos a vender fotos y videos, nadie ya va a comprar, es la ley de oferta y demanda.
«¡Es una vergüenza!» ¿Se refiere al que vende las imágenes o a quien las compra? Creo que la persona que se anima a mostrarse desnuda o teniendo relaciones sexuales justamente no tiene ese sentimiento al que se refiere, eso nos pasa en todo caso a nosotros que nos da cosa hasta sacarnos la remera para entrar a la pileta, al río o al mar. Si lo dice por quien compra las fotos o videos, creo que vergüenza sería si se está gastando el dinero ajeno o el que debería usar para la comida y educación de sus hijos. Después, lo que haga con lo que se ganó legalmente, tiene derecho de usarlo a su antojo. ¿O no?.
«¡Es promiscuo!» Vamos una vez más a la definición exacta: «Conducta de la persona que mantiene relaciones sexuales poco estables con diversas personas». Ya lo ve, no ha lugar. Usted me preguntará qué sucede si alguien que vende contenido erótico decide tener encuentros sexuales con los clientes. En ese caso volvemos al punto donde discutimos sobre la prostitución, pero déjeme decirle que esto de vender su cuerpo para tener sexo también lo podría hacer una docente, un taxista o una cocinera. Es decir, a lo mejor tendría más posibilidades de conseguir clientes, pero no se la podría condenar por la venta de las imágenes, en todo caso por lo otro.
«¡Es un delito!», hasta el momento no hay ninguna legislación en el mundo desarrollado que haya sancionado esto en la justicia penal. Sí está penado, y me parece perfecto, sancionar a quienes divulguen imágenes sexuales no consentidas. Es decir, yo puedo vender imágenes mías o de gente que me autoriza a hacerlo. Enviar, plata mediante o no, fotos o videos de otros que no den su consentimiento, no. ¿Y cuándo se viralizan? Eso es complicado porque es difícil evitar reenvíos por whatsapp, pero debería tenerse conciencia de que a ninguno de nosotros nos gustaría que hagan eso con imágenes nuestras o de algún ser querido. Si imagináramos que lo que estamos compartiendo podría ser de nuestros hijos, sin duda que no lo haríamos.
«¡Lo pueden ver menores de edad!» Sobre esto déjeme decirle que internet es el paraíso del sexo, escriba en los buscadores lo que quiera ver -sexualmente hablando- y lo obtendrá gratis y casi sin restricciones. Si desea que los niños no lo vean, deberá configurar el control parental, pero aún así quizás acceda desde la computadora o celular de un amiguito. Si, es complicado, lo sé. Yo también soy padre. Pero volviendo al punto, para ver las imágenes que venden los que hacen contenido erótico, tienen que tener un sistema de pago como Paypal o una tarjeta de crédito. Si un menor tiene a mano eso, no será culpa del pequeño ni del que vende las fotos y videos, ¿no?
«¡Estás haciendo apología de la venta de sexo!». ‘¿Por decir todo esto? Yo sabía que me iba a meter en problemas. Mire, déjeme recomendarle una miniserie que está en Netflix, se llama «Playlist» y cuenta la historia de Spotify. Se imaginará que cuando surgió esta aplicación que reproduce cualquier canción de manera gratuita las discográficas pusieron el grito en el cielo. Para ellas el negocio seguía siendo vender discos, no que la gente escuchara gratis los temas. Pero finalmente se dieron cuenta que esto ya existía, lo aceptaran o no. Había que cambiar y en todo caso ver cómo sobrevivir con esto. ¿A qué me refiero? La venta de contenido erótico es una realidad. Seguramente nadie le preguntó a usted si está de acuerdo o no. Apareció, y cada vez hay más plataformas y competencia. Sí debemos estar atentos a que nadie sea obligado en hacerlo y/o a que no se venda material que alguien no haya autorizado. Es difícil, sí, pero es el desafío. La otra opción es prohibir. ¿Usted cuál elige? Puede enviarme sus respuestas a mi instagram: @Ariel Wolman