En marzo de 1811, la Junta Grande, integrada por las autoridades que gobernaban tras la gesta de 1810, ordenó la construcción de un monumento conmemorativo en la Plaza de Mayo. La obra, encomendada al alarife paraguayo Pedro Vicente Cañete, tenía como objetivo celebrar el primer aniversario de la Revolución. Más de 200 años después, la Pirámide de Mayo tiene el privilegio de ser el monumento más antiguo de la ciudad de Buenos Aires y, además, testigo directo de nuestra historia.
La Pirámide de Mayo, testigo de la historia
Construida en piedra arenisca, presenta una forma piramidal truncada, rematada por un gorro frigio, símbolo de la libertad, obra del escultor francés Joseph Dubourdieu. Sobre sus caras laterales se encuentran labrados los escudos de las siete provincias que integraban el territorio argentino en 1811: Buenos Aires, Córdoba, Cuyo, Jujuy, La Rioja, Salta y Tucumán.
La primera versión era bastante rústica y de apenas catorce metros. En 1856, bajo la presidencia de Justo José de Urquiza, se llevó a cabo una importante remodelación de la Pirámide. El artista Prilidiano Pueyrredón diseñó una nueva estructura, conservando la base original y elevando la altura total a diecinueve metros. Además, se incorporó un nuevo remate con un sol radiante en bronce, símbolo de la Confederación Argentina.
En 1873, durante el mandato de Domingo Faustino Sarmiento, las cuatro esculturas se retiraron porque lucían en muy mal estado, y fueron reemplazadas por otras cuatro que representaban a la geografía, la industria, la navegación y la astronomía.
La ubicación exacta de la Pirámide de Mayo tampoco es la original. Antes estaba más cerca de la Catedral y en 1912, luego de determinados arreglos, fue trasladada unos 63 metros más al este de su primera posición. No ocurrió lo mismo con las esculturas que la rodeaban, que fueron retiradas y emplazadas frente a la Iglesia de San Francisco, en San Telmo.
A lo largo de su historia, la Pirámide de Mayo fue testigo de innumerables eventos trascendentales para la Argentina como proclamaciones, manifestaciones, celebraciones y actos de homenaje, pero también del siniestro bombardeo contra la población civil de 1955 por parte de las Fuerzas Armadas que derrocaron a Juan Domingo Perón. Desde 1977, las Madres de Plaza de Mayo la convirtieron en un símbolo de su lucha por la búsqueda de sus hijos desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar.
En vísperas del Bicentenario, en mayo de 2010, la Pirámide de Mayo fue restaurada gracias a una iniciativa privada. Bajo la dirección de José Mastrángelo se llevaron a cabo los cambios en la estructura: se rellenaron el cuerpo principal y las aristas dañadas por el paso del tiempo, y se realizó una pintada general. Pero esa no fue la última puesta en valor. Siete años más tarde, bajo la supervisión del arquitecto Marcelo Magadán, se trabajó sobre los colores originales y la mampostería y se volvieron a instalar las cuatro figuras que habían sido removidas en 1912.
Más allá de su valor histórico y sus múltiples intervenciones, la Pirámide de Mayo se convirtió en un ícono cultural de la Ciudad. Su imponente presencia y su rica historia la convierten en un punto de referencia obligado para cualquier visitante, y símbolo ineludible de nuestra identidad.