A partir del éxito de una de las producciones más recientes de Netflix, «Don´t look up», el productor y director de medios audiovisuales Pablo R. García analiza la importancia que los medios tradicionales siguen teniendo en la construcción de la opinión pública, a pesar del avance sostenido de las redes sociales.
¿La tele ya fue?
Ya se dijeron muchas cosas sobre la película de la industria que intenta llamar la atención con mucha ironía sobre un mundo desolador donde, ante el inminente peligro de extinción, el capital privado logra doblar la mano del estado a base de una comunicación que distorsiona y da vuelta hasta lo indiscutible.
Entre tantos debates sobre lo profundo del mensaje de este tanque de Hollywood, hay uno que seguramente por mi profesión me llamó la atención y hasta hoy no lo veo reflejado en los muchos y variados análisis que circulan.
La puesta en escena de la agenda mediática en ese mundo aun sigue siendo la televisión.
Vale la pena dar una mirada sobre el especifico cuando en este país aun se suele escuchar, ¨ la tele ya fue hoy los chicos miran la internet y las redes¨ repetido como un mantra para desatender la realidad del sistema de medios públicos y privados.
En la película se ve claramente como el mundo de la comunicación se adapto a las versiones más brutales de los discursos de odio donde todo es entretenimiento incluso las noticias, basta ver el personaje de la candidata a doctora en su primera aparición y los resultados para comprobarlo.
Lo cierto es que el mundo de las redes se nutre de los medios tradicionales que supieron adaptar su discurso a estas nuevas eras como muestra la película todo pasa absolutamente en ese set y luego rebota y vuelve y vuelve a rebotar.
Volvamos a nuestro país y veamos que tan cierto es que la tele ya fue.
En la radio, las redes y en la misma tele autorreferencial, todos replican las altisonantes y ridículas declaraciones de personajes que gritan frases cortas y mantienen la expectativa con niveles de agresión en un estudio, móvil o zoom. Tomemos por ejemplo el caso de Milei que ante cada política del gobierno es llevado al piso por los medios audiovisuales para que conteste. Luego que esta especie de mesiánico bruto y divertido declara en la tele , los portales lo publican en cadena, se produce trafico en redes, y finalmente todas las radios pasan su audio para festejarlo o repudiarlo.
Ya en las décadas de los 80 y 90 por ejemplo, se sabía que la única verdad ya no era la realidad, sino lo que Clarín publicara en tapa, todas las agendas seguían esos títulos en letra de molde , millones en los canales y las radios discutían lo que la gran corporación planteaba como tema encabezando un ejemplar que no vendía mas de 90/100 mil unidades.
Aun conociendo este tema, la política incluyendo al campo nacional y popular seguían rindiendo pleitesía a los armadores de la voz única, que llegaron incluso a decir que el de presidente era un puesto menor.
Todo eso cambió cuando en medio de un proceso de profundización del peronismo distribuidor los medios hegemónicos casi logran que el kirchnerismo abandone.
Hoy pensar que solo alcanza con buenas programaciones y contenidos en algunos medios públicos es al menos un reduccionismo inquietante que pareciera comulgar con la idea del libre mercado.
El estado, que es un gran mediador en el mercado de los medios a traves de una fuerte inversión como la pauta y subsidios, debe intervenir para establecer algunos parámetros de desconcentración a traves del crecimiento exponencial de medios del pueblo, o la agenda seguirá concentrándose en los mismos jugadores.
Ante las grandes adversidades, grandes acciones decía Cristina Fernández de Kirchner hace un mes. Poner en funcionamiento una política estatal que devuelva el derecho a la información veraz y plural es una tarea titánica que necesita el coraje de empoderar al pueblo y sus organizaciones mas allá de las amistades, preferencias personales o alianzas circunstanciales que siguen demostrando un alto porcentaje de fracaso por la baja inversión y eficacia en relación a su facturación.
No es posible seguir dejando pasar este tipo de alienación ciudadana basada en la privación de un derecho, porque una vez asentado el estigma sobre las clases populares y la política, estos poderes podrían pasar otra vez a la acción directa que como se vio, por ejemplo, con periodistas no alineados a mano de hordas enfurecidas capaz de cualquier cosa.