Tengo 49 años, suficientes para haber vivido y sufrido varias crisis económicas y sociales en nuestro país. Las más recordadas, la hiperinflación de Alfonsín y el famoso «que se vayan todos» de 2001. Pero antes y después también hubo problemas serios. Y muy serios, como en estos tiempos. Y más allá de que día tras día cada vez más gente en la Argentina cae en la pobreza, y que el resto resiste como puede para al menos llegar a fin de mes, en un contexto de inflación galopante, el entretenimiento siempre fue una vía de escape para pasarla bien un ratito. Ya sea una buena película, un programa de televisión, una obra de teatro o lo que fuera.
Por favor, pasen una de Porcel y Olmedo
En las décadas anteriores, cuando internet no había llegado al país y las redes sociales no existían, el televisor tenía una preponderancia absoluta dentro de la casa. Y más allá de los noticieros, los ciclos de política y las novelas, habían pequeños antídotos para la tristeza, la preocupación y hasta la depresión: los programas de humor. Alberto Olmedo, Jorge Porcel, Mario Sapag, Guillermo Francella, Juan Carlos Mesa, Tato Bores, Juan Carlos Calabró, Minguito, Emilio Disi, «Matrimonios y algo más», «La peluquería de Don Mateo». ¿Podías reírte en un contexto de suba de precios incesante? Sí, no me preguntes cómo, pero la gente se reía. ¿Y por qué no? ¿Acaso no tenemos derecho a reírnos?, ¿Hay que sufrir las 24 horas?
Apenas comenzó el 2000 la mano volvió a complicarse, más allá de que el desempleo había llegado antes. Mucha gente estaba sin trabajo, y hacía largas colas para conseguir uno o aunque sea una changa, sin embargo a la noche disfrutaba de «VideoMatch». El programa de Marcelo Tinelli llevaba un poco de alegría a los hogares argentinos. Ojo, también estaban «Agrandadytos», «Todo por 2 pesos», «Caiga Quien Caiga», «Poné a Francella», «Café Fashion», es decir, humor para todos los gustos, aún en los peores momentos.
Pero de pronto, se terminó el humor. Chau. Los humoristas de «VideoMatch» empujaron, y mucho, con «Sin codificar», «Polémica en el Bar» buscó con personajes e imitadores distender a los temas más duros de la realidad, «Bendita» le pone mucha onda a los informes del día en pos de conseguir una sonrisa, el propio Marcelo Tinelli intentó agregarle segmentos de humor a «ShowMatch», pero siempre prefirió apostar más por el «Bailando», que le daba frutos de rating. Y pará de contar. Ya no hay sketchs, ni show del chiste, ni humor divagante. En la televisión abundan los videos policiales, las peleas, la gente que canta o los que cocinan. «Si querés reirte, andate a Tik Tok», nos dicen de alguna manera los programadores.
¿Y esto por qué pasa? «Yo creo que para la risa siempre hay lugar, el problema es que la gran mayoría de los productores dice que es caro hacerlo», había dicho hace unos años Pichu Straneo en una nota. Y es cierto, hacer un programa con humoristas, guionistas, vestuario y decorados requiere más presupuesto que un conductor y varios panelistas que discuten los temas del día. Pero también hay otro motivo que le saca las ganas a cualquiera: la posible cancelación.
«La cultura de la cancelación es un fenómeno social en el que un individuo o grupo es criticado públicamente. A menudo se les niega la oportunidad de expresarse debido a sus opiniones, acciones o comportamientos, considerados socialmente inaceptables u ofensivos», dice una de las definiciones sobre el tema. Y dentro de todo tiene una lógica de reparación, de evitar las ofensas, el bullying, los ataques a personas o minorías. Me parece perfecto. Pero el ser humano también necesita reírse, y si en un comentario gracioso no hay mala intención o un chiste parte sin maldad, ¿hay que cancelar igual? Los enanos hacen chistes de enanos, los ciegos de ciegos, los judíos de judíos. ¿De qué no podríamos reírnos si lo que hacemos no parte desde el odio? Dicen que hoy a Olmedo y a Porcel los cancelarían por el humor machista, por cosificar a la mujer. ¿Entonces? mejor no hagamos nada, es más fácil, más barato, menos líos. Pero las chicas se desnudan en Only Fan, ¿podemos joder con eso? No. Pero ahora que hay clubes swinger y más libertad sexual estaría bueno meter humor picaresco, ¿podemos? No. Hoy hay millones de familias ensambladas, estaría bueno hacer algo divertido con eso, como un «Matrimonios y algo más» pero de segundas y terceras nupcias, ¿probamos? No. ¿Nada entonces? No, no y no.
«Married with children» fue una exitosísima comedia estadounidense de la década del 80 que tuvo 11 temporadas. En 2005 Sony Pictures Entertainmet y Telefe decidieron adaptarla a nuestro público y así nació «Casados con hijos», que tuvo también un gran éxito durante muchos años. Luego de varias repeticiones los productores llevaron la sitcom al teatro, pero claro, se encontraron con una barrera: Erica Rivas, una de las figuras del elenco se mostró en contra de los guiones. “Me echaron por ser feminista, que para ellos era ser hinchapelotas”, dijo la actriz. “Como mujer, como actriz, como feminista, para mí era re importante. Lo que pasa es que no voy a hacer cualquier cosa, pero bueno. Me sigue doliendo lo que hicieron ellos. Me duele, fue feo”, agregó. Es cierto que la comedia tenía un humor en parte machista, pero estoy convencido que no fomentaba el machismo, lo dejaba al descubierto, lo ridiculizaba. Nadie veía a Pepe Argento como un Macho Alfa, ganador, que maltrata a su mujer. Habla de una familia disfuncional pero desde el humor, el disparate.
Hoy la crisis nos golpea nuevamente. Tenemos millones de motivos para angustiarnos y preocuparnos, pero esta vez la tele nos dejó en banda, al menos desde el humor. Podemos ver programas y pensar, debatir, discutir, aprender, cantar, llorar, pero reírnos no. Tenemos que buscar la risa en otro lado. Porque tenemos la necesidad de sonreír y hasta de largar una carcajada. De reírnos de nosotros, de los otros. De reírnos, y punto. En la televisión de todo los países del mundo hay diversión. Volvamos a fabricar humor, a invertir en humor. Es una gran cuenta pendiente que tenemos. Y, hasta que lo consigamos, pasen al menos una de Porcel y Olmedo.