El informe elaborado por IDESA, dirigida por el economista Jorge Colina, demuestra que, en el mismo contexto internacional, con una gran bonanza desde 2006 por los precios de los commodities, sin catástrofes naturales, guerra o invasión y con similares perfiles raciales y culturales, sólo en uno de los tres países del cono sur, Argentina, aumentó en un 50% la tasa de pobreza, en tanto sus vecinos la redujeron 7 y 10%.
Por qué en Argentina crece la pobreza, si en los países vecinos baja
En el último semestre de 2023, la pobreza en nuestro país ascendía al 41,7%, por encima de la pospandemia, y con otros indicadores lapidarios, como una inflación promedio del 16% mensual a pesar del atraso cambiario y tarifario.
En Uruguay, la anual (4,8%) fue tres veces inferior a la de Argentina y en Chile, 4 veces más baja.
Como inflación y pobreza marchan de la mano, la diferencia con los países vecinos queda a la vista.
Colina atribuye la degradación social a «una creciente intervención del Estado. Por ejemplo, las transferencias monetarias asistenciales del Estado nacional se multiplicaron por 4 en términos reales entre el 2019 y el 2023», señala.
Pone de relieve que, según el Ministerio de Economía, «en el 2019 las transferencias asistenciales representaban 0,7% del PBI, mientras que en el 2023 ascendieron a 3% del PBI. Esto demuestra el rotundo fracaso de la política asistencial basada en transferencias monetarias con la intermediación de las agrupaciones piqueteras».
Aunque aclara que la involución social es de larga data.
En un cuadro tuiteado hoy se detalla la tasa de pobreza con fuente CEPED-UBA- OJF – INDEC al finalizar cada Presidente en democracia su mandato y aparece Raúl Alfonsín, en 1989, con el 39,8 %; Carlos Menem en 1999 con 26,7 %; Fernando de La Rúa, en 2001, con 35,4 %; Eduardo Duhalde en 2003 con 51,7 %; Néstor Kirchner, en 2006, con 26,9 %, Cristina Kirchner, en 2015, con 30,1 %, Mauricio Macri, en 2019, con 35,4 %, y Alberto Fernández, en 2023, con 41,7%.
Malas políticas públicas
El reporte de IDESA puntualiza que «la alta y crónica tasa de pobreza en la Argentina es un derivado de malas políticas públicas apoyadas por amplios sectores de la sociedad.
Entre las principales se encuentran los excesos de gasto público financiados con emisión monetaria y deuda pública, el uso del Estado para beneficiar intereses espurios, desdén por el profesionalismo y la eficiencia en la gestión pública, mala organización del sistema tributario y de la coparticipación federal, desorden previsional, aislamiento del mundo y perversas regulaciones laborales».
Y reflexiona «que una parte mayoritaria del sistema político haya sostenido, o al menos tolerado, estas malas políticas es la principal diferencia con Uruguay y Chile. En estos países, que fueron gobernados alternadamente por coaliciones de izquierda y de derecha, se sostuvieron políticas públicas mucho más consistentes y racionales».
Agrega que «Javier Milei tuvo la visión y la virtud de convencer a la población de que hay que romper con los consensos equivocados que sostienen malas políticas. Accedió a la presidencia sin caer en la tentación de repetir eslóganes “políticamente correctos”.
Por el contrario, lo hizo planteando con énfasis y crudeza la necesidad de avanzar en una fuerte reorganización del sector público».
Finaliza: «La pobreza es un derivado de la perseverancia en aplicar políticas equivocadas. Por eso, no se revertirá con algún “milagro” (Vaca Muerta, litio, altos precios agropecuarios o algún otro hecho exógeno).
Es imprescindible poner racionalidad a las políticas públicas. En este contexto, el aval de la población a las ideas disruptivas de Milei es una oportunidad. Ahora hace falta capacidad política y técnica de gestión en el Estado para instrumentarlas».