En «No me cuentes que sos feliz» la escritura juninense pone en escena a Lili, un personaje que produce a la vez repulsión y una atracción irresistible que hace que el lector no pueda dejar de seguir su historia cuya mayor parte transcurre en un pueblo de ficción.
Soledad Vignolo: «La novela que escribí es una comedia trágica»
Hay novelas que nos permiten quedarnos en el umbral de la historia sin entrar del todo en ella. No me cuentes que sos feliz (Hojas del Sur)de Soledad Vignolo no pertenece a este grupo, sino a aquel que tiene el poder de abducir al lector y hacerlo transitar por el camino de ripio de lo que a la vez fascina y repugna.
Lili, el personaje principal de la novela cuya narradora es María José, su prima, produce asco y, a la a vez, resulta entrañable. Tiene la ambigüedad de lo que está vivo y que, por esa razón, posee un costado necesariamente escatológico.
La mayor parte de la historia transcurre en un pueblo fundado sólo por la palabra, Bondino, que tiene, sin embargo, una característica distintiva del lugar en que nació la autora, Junín.
En Lili se conjugan la limitación y la autenticidad. Una parte de ella se resiste a la domesticación social por lo que mantiene un cierto salvajismo intacto renuente a los mandatos culturales y a la corrección política.
Prologada por Luis Mey, a quien la autora considera un maestro de la narrativa y con quien realiza una clínica de su obra, la novela parece fluir con total naturalidad. Detrás de ese fluir, claro, hay oficio y mucho trabajo.
-Soledad Vignolo, No me cuentes que sos feliz es une novela muy terrible, pero encontraste una voz narrativa que la hace tolerable. Lili es un personaje que todo el tiempo está al borde de producir asco. Sin embargo, es entrañable. ¿Cómo surgió?
.Lo que dijiste de la novela es lo que busqué cuando la empecé a escribirla: contar una historia tremenda y asquerosa sin invadir de tal modo al lector que resultara insoportable. Por eso construí el personaje de Maria José que cuenta esta historia que es una comedia trágica, una comedia negra, desde un lugar en el que el humor la va rescatando de lo de lo dramático. Pasa algo que te noquea, pero después se aliviana con alguna situación o con modos de decir que son más relajados para quien está leyendo.
Lili nació una tardecita en la que iba caminando por mi ciudad, que tiene una circunvalación que se menciona en la novela. Mientras caminaba por esa circunvalación, veo a un chico con un cuis en la mano al que iba revoleando. El cuis se estaba muriendo. Me pareció terrible y me impresionó la naturalidad con la que esa criatura hacía eso con el animal. En su infancia, en su mente, en el modo en que vivía para él eso era lo normal. Me puse a pensar en eso. Me dije que eso era cosa de varones y me pregunté cómo sería una mujer o una nena capaz de hacer eso mismo.
Y ahí empezó a surgir Lili, que se fue construyendo con mucho tiempo. No fue una novela que salió de un tirón, sino que en mi cabeza quedó esa imagen y se fue completando lentamente. Me fui preguntando qué haría Lili en tal situación, qué haría en tal otra. Lili fue la primera construcción narrativa de la historia. Una vez que tenía a Lili, comencé a ponerle el contexto. Esa niña tan tremenda, después adolescente y después joven tenía que venir de algún lado y pensé en la dictadura. Ubiqué su niñez, en el 78, porque me parecía un buen anclaje. Un niño o niña que es obligada a aplaudir a dictadores o tiene la dictadura como cultura, es capaz de todo.
–La dictadura es apoyada por sus padres.
–Sí, por sus padres y por gran parte de la sociedad que la rodeaba. También intento cierta autocrítica, cierta crítica social, porque a veces los argentinos hablamos de esa etapa como si nos hubiera caído del cielo y no es así. Hubo una falta de criterio de la sociedad ante la situación político-social del momento. Luego pensé quién podría contar la historia de Lili porque no quería que fuera Lili la narradora. Así surgió la idea de las primas.
En las ciudades del interior es algo bastante común que los primos compartan mucho la vida, porque vivimos más cerca. Yo tengo 19 primos y tengo vivencias de primos. En estas ciudades es común que los primos compartan la infancia y la adolescencia y, cuando no teníamos universidad en Junín, que se fueran a estudiar a Buenos Aires.
–¿Y cómo surgió María José?
–María José nació como la contracara, como el personaje que equilibra a la terrible Lili. Apareció en la mitad de la novela. Ya había escrito muchas cosas sobre Lili y cuando las volví a leer, no me gustó que fuera ella quien narrara. María José había aparecido en la vida de Lili en un juego de primas. Empecé a probarla como narradora y no me costó nada hacerlo porque fluyó como fluyen las cosas cuando son acertadas. La probé como narradora y la novela comenzó a volar. Adquirió su tono, su voz, la cuestión tragicómica se acentuó. Para mí como escritora fue un hallazgo maravilloso.
Creo que sin María José, que es como cualquier chica promedio de la Argentina, Lili no tendría la fuerza que tiene. María José es la que la va volviendo real. La historia que cuenta es la de ella con Lili y cómo ella es a partir de Lili, porque ella se va modificando, va siendo otra, va dejando de cumplir las normas, se va atreviendo a ciertos cambios. Se da cuenta, tal vez, que ella y Lili son dos caras de la misma moneda. Aunque la historia fuerte sea la de Lili, la fluidez de la novela pasa por la voz de María José.
–La sensación de asco que provoca Lili es muy importante en la novela. Los chicos que viven más cerca de la naturaleza tienen otra relación con los animales. Pero de todos modos hace cosas que dan asco.
–Las cosas asquerosas que aparecen en la novela son los ascos de mi infancia. Esos ascos te acompañan toda la vida, te quedan para siempre. A pesar de vivir en el interior y estar más en contacto con la naturaleza, tengo esos ascos que cuento. Lo que a mí me gusta de Lili como personaje es su capacidad para volver reales en la adultez esos monstruos de la niñez, que pueden ser tanto asquerosos como terroríficos. Y ella no tiene ningún tapujo en transformarse en un monstruo
. Eso es lo que más me enorgullece de ese personaje, que es capaz de poner en práctica todo aquello que fue pesadilla. Ella vuelve realidad las pesadillas. Por eso apelo a veces a lo sobrenatural que en el campo, en el interior, no es tan extraño como en las grandes ciudades. Me refiero a los fantasmas, la luz mala, la cuestión curanderil. En los pueblos, en las ciudades chicas, esto es algo bastante cotidiano, no es algo que asuste a un niño, a un adolescente ni a un adulto.
–Lili tiene un costado muy lúcido que capta esa hipocresía.
–Claro, Lili es brillante.
–En la novela hay un territorio fantástico que convive con la realidad.
–Sí, no dar explicaciones sobre por qué aparece lo fantástico o sobrenatural fue una elección. Como escritora me gusta el género, trabajo bastante lo que es fantástico, sobrenatural. No diría que es realismo mágico porque no lo es. Colocar elementos sobrenaturales o fantásticos en una narrativa real es para el escritor un recurso que permite abordar lo inenarrable. Con esa fantasía, con esa cuestión casi iniciática tengo permisos que de otra manera no tendría.
–Todos, por racionales que seamos, tenemos, sobre todo ante el miedo, creencias que no lo son.
–Sí, las personas con cierto pensamiento intelectual creemos ser muy racionales, pero la vida nos va poniendo en situaciones en las que nos aferramos a cuestiones no racionales para poder sostenernos ante la adversidad. En esta novela a esas cosas las vuelvo cotidianas. Me gusta mucho la idea de los muertos como aviso, por ejemplo. La idea de presagio está presente en toda la novela y también hay un silencio, un run run silencioso, que uno no sabe dónde va a terminar. Paola Adler, la editora de Hojas del Sur, es muy criteriosa. Cerramos la novela un poquito antes de lo que estaba escrito y eso le dio un aire al lector para que la termine, para que la siga como quiera. Hubo, por supuesto, horas de correcciones y nuevas lecturas.
–Creás un pueblo imaginario, Bondino. ¿Tiene semejanzas tiene con tu lugar natal, Junín?
–Sí, Bondino es un pueblo imaginario, pero tiene una circunvalación que es la de mi ciudad. Todo lo demás es inventado. La circunvalación de Junín fue siempre para mí una limitante física. Odié toda mi vida estar circunvalada, me daba una sensación de ahogo. De todos modos, eso cambió porque la ciudad fue creciendo para diferentes lugares, pero la circunvalación existe, todo el resto, no.
–La novela va contra la idealización de la maternidad y habla de los miedos que despierta, por ejemplo, del miedo de alojar un monstruo.
–Sí, creo que si había dos mujeres, no podía dejar la cuestión de la maternidad afuera y quería que fuera tan monstruosa como la historia en sí, porque lo es. Es uno de los misterios más impresionantes de la humanidad. Hay algo que se va formando y creciendo dentro de nosotras sin que sepamos exactamente qué va a ser cuando salga. Podemos tener algo divino o algo terrible. Hoy en día se saben muchas cosas pero nunca se sabe todo. Siempre hay sorpresas en la maternidad. La idea de embarazarse, de que tu cuerpo crezca y se deforme es bastante monstruosa, pero a veces la contamos como si fuera un cuento de hadas. En ese momento se vive la felicidad extrema y el terror a la vez. De eso nunca hablamos. Nos da pudor, porque es mostrar nuestras oscuridades. En la novela tomé la decisión de ser totalmente cruel con cualquier tema que decidiera tratar en la novela sin miedo a lo que se considera políticamente correcto.
Una maestra del engaño
“(…) (Soledad Vignolo) ni siquiera se detuvo un día a reflexionar sobre el estado de las cosas, en este caso su obra, su estilo, y siguió escribiendo, nunca abandonó el amasado del oficio, eso que no es más que el rastrillaje desquiciado en busca de algo tirado que para nosotros valga la pena. Ningún escritor puede llegar a emocionar alguna vez si no se ensució fuerte, si no se cortó mil veces. Lo difícil es, a pesar de eso, no perder la elegancia. Hay mucha belleza en el escritor impoluto que por fin se ensucia y se corta y que luego trabaja, sin abandonar el espíritu de búsqueda, en aprender a ocultar los gajes del oficio. De ahí la elegancia. Soledad es una maestra del engaño. Dará incluso cierta envidia preguntarse cómo mantiene la sonrisa y por qué te mira a los ojos habiendo escrito esto que leerán a continuación. Pero si del otro lado hay alguien que mantiene algo relajados los músculos (que ante el menor estímulo sale a ver qué tiene el sistema para decirle que haga y salir corriendo a hacerlo), verá que una de las cosas más importantes de estar vivos radica en no perder nunca la frescura, cosa que se encontrará en cada página del libro de Soledad. Y en los que siguen, que tuve el placer de leer, cosa que les deseo a todos ustedes”.
Del prólogo de Luis Mey a No me cuentes que sos feliz, de Soledad Vignolo.
El retrato de Lili según Soledad Vignolo
.“Mis días y mis noches eran con Lili. En presencia o en ausencia. Ella siempre tenía granos con cáscaras infectadas, y aunque estábamos en quinto, ni siquiera podía hacer equilibrio en la rayuela”.
.“Era un poco gruesa, cabezona, con mucha frente y pelo negro tan batido que la comparaban con no sé qué jugador de Argentino Juniors. Escupía un poco cuando se reía, por eso siempre trataba de estar a unos pasos”. .“Me gustaba pensar que Lili era como una de esas plantas: colgada en la pared, como helecho”.
.“La que pinchaba más sapos ganaba. Lili pinchó seis. Y ante mi desesperación, se tragó un renacuajo. Tiró el cuello hacia atrás, abrió su gran boca y se ahogó con agua de lluvia”.
.“Me gustó ver a Lili con una naranja en una mano y un bicho muerto en la otra. Me quedé esperando para ver cuál chupaba. Pero dejó la naranja y se puso a oler al ratón que después nos enteramos que se llamaba cuis”.
Entrevista de Mónica López Ocón para Tiempo Argentino. La periodista fue colaboradora del Suplemento Cultural de La Opinión, del primer Tiempo Argentino, Ñ y otros. Trabajó en varias revistas de Editores Asociados y en Noticias. Está en Tiempo Argentino desde 2010. Es autora de Pichon Rivière, el hombre que se convirtió en mito.