El entendimiento será aprobado, según anticipan los diputados que serán clave el día de la votación. Movimientos tectónicos en el peronismo dan cuenta de novedades y anuncian más reacomodamientos de cara a 2023.
Un nuevo Frente de Todos asoma tras el acuerdo con el FMI
De Agustín Rossi, el hombre con el que recorrió casi toda su carrera política, Germán Martínez aprendió que hay que prepararse siempre para el peor escenario y trabajar para que termine dándose el mejor. En concreto, y hablando sobre el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el flamante jefe de bloque del Frente de Todos en la cámara de Diputados sabe que a partir de la renuncia de Máximo Kirchner a ese rol institucional, en una carta con fuertes cuestionamientos a las negociaciones con ese organismo de crédito, hay 38 votos, de legisladores de La Cámpora y otras organizaciones alineadas, con los que, en principio, no puede contar. A pesar de eso, apuesta a poder convencerlos a todos y todavía cree que es posible mostrar unanimidad en la bancada: “No doy ningún voto por perdido”, dice cuando le preguntan. Ni siquiera el de Kirchner.
Es un objetivo desafiante que se puede asumir con la tranquilidad de saber que el entendimiento con el FMI va a ser aprobado por el Congreso, si el escenario no da un vuelco en las próximas semanas. Aunque no van a admitirlo en voz alta, ni el sector crítico del oficialismo ni mucho menos la oposición están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias, por el costo social y económico para el país pero también por el costo político para aquellos que la sociedad perciba como responsables del fracaso, que a esta altura bien podrían ser todos los políticos, sin entrar en sutilezas. Cuando llegue el día de levantar las manos, los votos necesarios van a estar garantizados, los que sobren podrán hacer objeciones de conciencia destinadas a la platea que prefieran, algunos se ausentarán convenientemente y cada cual podrá construir desde allí su épica.
Los tiempos son cortos pero no será un tratamiento express. Es probable que el proyecto termine votándose días antes del 22 de marzo, fecha prevista para el próximo desembolso fuerte de divisas, nada menos que 2800 millones, cifra que las arcas del Estado argentino no está en condiciones de afrontar. Antes de que se discuta en el recinto el acuerdo con el Fondo, habrá una o dos sesiones previas para aprobar, con apoyo transversal, algunos de los proyectos enviados por el Presidente para tratar en sesiones extraordinarias, destinados a la promoción productiva. Además, en el oficialismo evalúan la idea de citar a declarar en comisión a los exfuncionarios del gobierno de Mauricio Macri que tomaron la deuda. Es una forma de volver a poner el foco en los responsables de llegar a esta situación para diluir el costo político de firmar con el FMI.
Estas definiciones, y otros gestos de distensión, como la visita del ministro de Interior, Eduardo de Pedro, referente camporista, al de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, hombre de máxima confianza de Alberto Fernández, permitieron encapsular el conflicto, que en 24 horas parecía resuelto, sin mayores secuelas. No es poco cuando nos acordamos de que el martes por la tarde se comparaba la carta de Kirchner con la renuncia de Chacho Álvarez al gobierno de la Alianza o el voto negativo de Julio Cobos en el debate por las retenciones móviles. Resulta, sin embargo, voluntarioso pensar que semejante decisión no trae consecuencias. Sucede que la fractura no es la única forma hacia la que puede evolucionar una coalición política. Otros movimientos subterráneos, tectónicos, sin embargo, pueden cambiar el mapa con consecuencias tanto o más profundas.
Una lectura posible: Kirchner prefiere tener éxito representando a una parte de la coalición que fracasar representando a todos. El consenso que recogió el acuerdo con el FMI, incluso entre dirigentes muy cercanos a él, dio cuenta de las dificultades que el titular del PJ bonaerense encontró para guiar al Frente de Todos por el rumbo que él considera indicado. Por eso, quizás, es que decidió dar un paso al costado. La promesa, explícita y pública, de una PASO para dirimir la candidatura presidencial en 2023 apresura esta clase de movimientos, destinados a consolidar una base propia. Hoy, como en 2019, si hubiera una interna en el Frente de Todos, el candidato que sume el apoyo de CFK y Máximo Kirchner tendría una ventaja considerable. Su temor es que esa ventaja se licúe si ellos deben pagar un costo político por lo que venga después de un arreglo con el FMI.
Pero hay otra novedad importante en el escenario: la consolidación de un espacio en el que quedan dirigentes de indiscutible coincidencia programática, política e ideológica con el kirchnerismo pero que hoy ya no responden a la conducción de ninguno de los dos Kirchner. No se trata de un armado político, ya que no existe articulación entre ellos. De hecho, se puede poner en ese grupo a figuras casi antagónicas y que dirimen sus diferencias públicamente y con poca elegancia y menos timing, como los ministros de Seguridad de la nación, Aníbal Fernández, y de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni. También la portavoz del gobierno, Gabriela Cerruti, y el exministro de Defensa Rossi, que podría volver a tener un lugar en el gabinete pronto. El flamante jefe del bloque de diputados, Martínez, también puede ser ubicado en la misma columna.
Estos cambios pueden ser solamente una escala en un camino de mayor conflicto entre los socios del frente o una reconfiguración que le brinde al gobierno una mejor dinámica y le permita sostener la iniciativa los dos difíciles años que tiene por delante. Lo que queda claro es que más allá de las diferencias reales y de algunas sobreactuaciones, el peronismo necesita encontrar un punto fijo que le sirva de apoyo para apalancarse, un destino en común que vaya un poco más allá de la pura reacción ante el temor de otro gobierno de derecha. Si el rumbo no está claro, si las batallas no presentan con convicción y responsabilidad, si las contradicciones más importantes quedan ahogadas en un océano de títulos con click bait, si -en resumen- no se recupera la agenda y el relato de esta época que le tocó gobernar, es difícil que las cosas salgan bien, con FMI o sin FMI.